lunes, 30 de diciembre de 2013

Hormonas

El ejercicio afecta prácticamente a la totalidad de las hormonas que produce el cuerpo. Dos de estas sustancias, la epinefrina y la norepinefrina, son la clave en el estímulo de cambios físicos durante el ejercicio. 






Cuando el cerebro detecta más movimiento muscular, responde a la mayor demanda de energía liberando estas dos sustancias químicas, que aceleran los latidos del corazón, contraen las arterias que van hacia las partes del cuerpo que no se están ejercitando y estimulan la liberación de azúcares y grasas de las reservas del cuerpo para obtener energía.


El ejercicio también incrementa el nivel de las hormonas conocidas como endorfinas. Estos opioides naturales ayudan a bloquear la percepción de dolor y pueden mejorar el estado de ánimo. Los nervios no están realmente entrelazados, hay pequeñas brechas entre ellos que se llaman sinapsis. 





Sustancias químicas denominadas neurotransmisores envían los mensajes de una célula nerviosa a otra a través de la sinapsis. Las endorfinas pueden subir el estado de ánimo al impedir las transmisiones entre las células nerviosas. Probablemente son responsables de la sensación de euforia que aseguran experimentar los atletas de resistencia que a veces se denomina "júbilo del corredor". La norepinefrins también regula el estado de ánimo.

La insulina, una hormona que se crea en el páncreas, varía en respuesta al ejercicio. La función principal de la insulina es ayudar a traspasar la glucosa del torrente sanguíneo a las células. Aunque el ejercicio aumenta las concentraciones de la mayoría de las hormonas, los niveles de insulina disminuyen durante y después de una actividad energética. A primera vista esto parece ser contrario al sentido común ya que el ejercicio acelera la demanda de los músculos por combustible en la forma de glucosa. Sin embargo, la insulina es capaz de transportar glucosa de manera más eficaz durante el ejercicio, por lo cual se necesita una menor cantidad. Además, el ejercicio parece mejorar la capacidad del cuerpo para obtener energía directamente de las reservas de grasa.




Las investigaciones han revelado que el ejercicio también puede afectar los niveles de estrógeno, la hormona femenina.  Después de la menopausia, cuando los ovarios de la mujer dejan de producir estrógeno, el tejido graso se convierte en la principal fuente de estrógeno de su cuerpo.

Cierta evidencia sugiere que la actividad enérgica puede reducir el estrógeno en circulación, lo que a se vez expondría a las células de la mama a una menor cantidad de esta hormona, que origina muchos tumores. Es probable que la actividad moderada también provoque esta situación.